Resultó que la longitud total del cuerpo del espécimen de megalodón, representada por las vértebras incompletas, estimada a partir de los diámetros vertebrales del tiburón blanco moderno, era inferior a la suma de las longitudes de estas vértebras fósiles. Esto podría significar que el megalodón tenía un cuerpo más alargado que el gran tiburón blanco, pero los autores señalan que, debido a la falta de vértebras en los datos paleontológicos, la longitud exacta sigue siendo desconocida.
Los autores señalan que, aunque el megalodón tenía un cuerpo más delgado y alargado, el tiburón también tenía un canal digestivo más largo, lo que favorecía una mejor absorción de nutrientes. A su vez, la mayor capacidad para digerir los alimentos permitía al tiburón cazar con menos frecuencia, lo que mantenía estable la población de presas. Así pues, es poco probable que los megalodones se extinguieran debido al agotamiento de los alimentos. Por el contrario, uno de los factores clave de la extinción de la especie puede haber sido la aparición del gran tiburón blanco y la consiguiente competencia por el alimento.
